Relaciones ocultas entre Fuerzas Armadas de México y Estados Unidos

lunes, 29 de noviembre de 2010

Como parte de la cooperación en seguridad entre Estados Unidos y México, mandos castrenses mexicanos se han capacitado en instituciones militares estadunidenses desde hace décadas. Con la Iniciativa Mérida, esa relación militar se fortaleció y amplió



Cuando el Ejército y la Marina asumieron la misión de combatir el crimen organizado y el tráfico de drogas, experimentaron una profunda transformación, tanto interna como en sus relaciones con las autoridades civiles y militares de Estados Unidos, afirma el especialista Roderic Camp. Al asumir misiones de seguridad interior, los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), de la Fuerza Aérea y de la Secretaría de la Marina (Semar) fueron obligados a interactuar muy de cerca con las Fuerzas Armadas y agentes de las agencias de seguridad estadunidenses.

Aunque predomina la percepción sobre el carácter “nacionalista” del Ejército y más “liberal” de la Marina, su relación con los institutos armados estadunidenses y con otras agencias de seguridad era, hasta hace poco, “fría pero cordial”. Camp, mexicanólogo del Colegio Claremont McKenna de California, comenta que se trata de “una larga historia de sospecha y desconfianza”.


No obstante ese recelo mutuo, el número de militares mexicanos (especialmente de la Marina) que ha recibido entrenamiento en Estados Unidos en las pasadas dos décadas fue tan significativo que preparó el escenario para el fortalecimiento de los lazos institucionales. Así lo asegura Roderic Camp en su análisis Fuerzas Armadas y drogas: percepciones públicas y retos institucionales, publicado en octubre pasado.

Ahí describe que, desde 2006, el Ejército Mexicano colocó a oficiales de enlace en instalaciones militares estadunidenses. Al mismo tiempo, aumentó significativamente la cantidad de oficiales mexicanos que ha recibido capacitación en aquel país.

Para el especialista en Fuerzas Armadas mexicanas, varios elementos contribuyeron a cambiar la naturaleza de la cooperación bilateral civil o militar en seguridad, pero el fundamental fue la Iniciativa Mérida. Entonces aumentó la cooperación bilateral en seguridad y, a la par, proliferaron los lazos institucionales entre militares de las dos naciones y “un gran apoyo público” para aceptar la asistencia estadunidense en la lucha contra el tráfico de drogas.

Camp señala que esos elementos “se combinaron para cambiar profundamente la naturaleza de la cooperación bilateral en seguridad”. Además, dice, el expansivo rol de los militares en seguridad interior genera críticas. Es notable que en la gestión de Calderón Hinojosa aumentaran dramáticamente las denuncias contra militares por violaciones a los derechos humanos.

En 2006, hubo 182 denuncias por ese motivo; en 2009 se incrementaron a 1 mil 500. De acuerdo con el especialista, la mayoría de esas denuncias procede de zonas en las que son altas la presencia militar y la violencia relacionada con las drogas. El analista encontró que sólo 10 militares fueron sentenciados por crímenes contra civiles entre 2000 y 2009, y ninguno recibió sentencia mayor a 12 años de prisión.


Vínculos cercanos

Consecuencia de la creciente participación antidrogas de los soldados mexicanos es la posibilidad de que los militares estadunidenses se involucren en México, advierte Camp, también miembro del Programa México del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, DC.

Desde la década de 1990, la relación entre las Fuerzas Armadas estadunidenses y las mexicanas había sido cordial pero formal. Los cuerpos castrenses mexicanos nunca han colaborado con el liderazgo militar estadunidense para extenderse en la región, aunque comparten intereses de seguridad similares.

Ese patrón se atribuye a la histórica relación entre los dos países y al éxito de los militares en mantener su autonomía interna de la intervención política y civil. Hasta ahora, las Fuerzas Armadas sostienen una postura cercana, “incluso secreta”, aunque en el pasado la fuente primaria de colaboración se limitó a la experiencia de los numerosos oficiales mexicanos entrenados en Estados Unidos.

Roderic Camp constató que el número de personal capacitado fue elevado durante muchas décadas. Cita, como ejemplo, que el oficial mayor del secretariado de la Defensa Nacional (en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari) ocupaba la tercera posición y recibió entrenamiento adicional en recopilación de inteligencia, contrainsurgencia y guerra sicológica en Estados Unidos.

A mediados de 1990, Estados Unidos comenzó a entrenar a unos 1 mil oficiales mexicanos y más de una docena de elementos básicos en tácticas de intercepción de drogas. La Agencia Central de Inteligencia impartió cursos extensivos de inteligencia para unos 90 oficiales mexicanos que formaron la nueva fuerza antidrogas.

A fines del gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León, los soldados y oficiales mexicanos representaban el 34 por ciento de todo el personal que fue capacitado en la antigua Escuela de las Américas del Instituto para la Cooperación en Seguridad del Hemisferio Occidental, en Fort Benning, Georgia.

En la base de la Fuerza Aérea de Lackland, los mexicanos constituían el 30 por ciento del personal entrenado en esa instalación, según el artículo de Stanley Meisler publicado en The Washington Post (15 de julio de 1998). Ese autor describe que las estadísticas sobre la capacitación de mexicanos por estadunidenses revelan una “sorprendente y cercana” relación entre los dos sistemas militares.

Entre 1961 y 1998, estudiaron en la antigua Escuela de las Américas 1 mil 327 oficiales mexicanos. Existen antecedentes de cursos de corta duración desde 1956 –entre cuatro y ocho semanas?. Según Camp, los soldados mexicanos y de otros países de América Latina eran entrenados “por docenas” en bases y programas militares de Estados Unidos, no sólo en el Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad.

Los vínculos personales más fuertes se establecieron entre William Perry, secretario de la Defensa estadunidense y su contraparte mexicano, el general Enrique Cervantes Aguirre, entre 1995 y 1997. El hecho de que la mayoría de los niveles más altos en el Departamento de la Defensa de Estados Unidos sea civil niega los vínculos que podrían ocurrir durante el entrenamiento militar.


Así lo describe Craig A Deare en su análisis Relaciones de defensa EU-México: una interfase incompatible (Foro Estratégico número 243, julio 2009).

Más de 1 mil 900 mexicanos fueron entrenados en Estados Unidos durante el gobierno de Vicente Fox Quesada, según el documento Borrando las líneas. Tendencias en los programas militares de Estados Unidos con América Latina, de la Oficina de Washington sobre América Latina (2004).

Desde 2000 hasta fines de 2009, estudiaron en Estados Unidos 1 mil 76 elementos del Ejército y la Fuerza Área; 68 por ciento de ellos viajó y se capacitó durante la administración de Fox. Las cifras cambiaron en el gobierno de Calderón y fueron al alza con un promedio anual de 76.

En 2005, la Marina informó que 82 de sus elementos habían estudiado en el extranjero, confirmando el amplio y desproporcionado radio de estudios extranjeros entre los dos servicios: con la Armada, que tiene un promedio de cuatro veces más que los del Ejército.

Camp refiere que, entre 1965 y 1985, México alojó a 225 militares de diferentes países. La mayoría de ellos (46) estudió en el Heroico Colegio Militar; 45, en la Escuela Superior de Guerra, y 63, en la Escuela Médico Militar. Casi todos los estudiantes extranjeros provenían de Centroamérica, además de un puñado de elementos de El Caribe y de los países andinos.

De acuerdo con la respuesta a la solicitud de información pública 00007001408089, del 26 de octubre de 2009, en ese recuento figuran 17 estadunidenses y dos coreanos que asistieron a la Escuela Superior de Guerra.

El símbolo más pronunciado de esa “indirecta y potencial influencia estadunidense” es el secretario de la Defensa en el gobierno de Vicente Fox, el general Clemente Vega. Él se graduó en el curso de contrainsurgencia en Fort Gulick, situado en la zona del Canal en Panamá, y es un militar experto en seguridad nacional, autor de un manual de seguridad sobre el tema utilizado en la Escuela Superior de Guerra.

Vega recibió entrenamiento “de y en contacto con oficiales del Ejército estadunidense”, aunque esto no produjo cambios significativos en la relación entre las dos Fuerzas Armadas durante el gobierno de Fox.

Refiere Roderic Camp que en la entrevista que sostuvo en febrero de 2004 con el general Clemente Vega, “me informó personalmente que sintió que su cooperación con el ejército de Estados Unidos había mejorado, comparado con lo que hizo su predecesor, cuando se pensó que México no estaba interesado en participar activamente en el Comando Norte.

El Ejército canadiense informó las mismas dificultades a fines de 2006 en el desarrollo de vínculos más cercanos con militares mexicanos.


La Marina, más liberal

Algunos de los asignados de Calderón, y sus colaboradores más influyentes, ofrecieron similares puntos de contacto sobre la posibilidad de aumentar la colaboración entre las Fuerzas Armadas de los dos países. El presidente nombró al almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza como su nuevo secretario de la Marina.

El secretario de la Marina de Calderón Hinojosa permaneció más de un año en Estados Unidos, donde sirvió como asistente naval agregado a la embajada mexicana en Washington, DC. Durante ese tiempo, concluyó el curso en defensa intercontinental. El almirante Saynez también tiene un dominio del idioma inglés.

Sin dar el nombre del oficial, Roderic Camp describe que el actual asistente del secretario de Marina ?que previamente fue el oficial mayor entre 2006 y 2008? también fue asistente naval agregado en Washington, DC. Finalmente, apunta que el actual oficial mayor, almirante Moisés Gómez Cabrera, exjefe de la Inteligencia Naval y el oficial más condecorado de la Marina en 2008, habla un inglés fluido y estudió el currículum marítimo internacional en el Colegio de Guerra Naval en Estados Unidos.

Explica el especialista que “los avances más significativos en la colaboración entre las Fuerzas Armadas de ambos países han ocurrido entre las marinas”, por lo que no es accidental que “los tres más altos administradores navales compartan estas tres experiencias curriculares”.

Camp cita la solicitud de información pública gubernamental 0001300001406, del 24 de febrero de 2006, que contiene una lista detallada de intercambios académicos “regulares, pero dinámicos”, que mantuvo la Armada con varios países.

La información que se intercambia entre la 4 Flota en Mayport, Florida, y la Secretaría de Marina es “excelente”. Roderic Camp afirma que la Marina mexicana activó “otra nueva posición” en Norfolk con el Comando de las Fuerzas Navales.

Cita que sus fuentes le informan de una creciente cooperación entre la Guardia Costera estadunidense y la Marina mexicana, que se evidencia en los recientes decomisos a narcotraficantes de barcos y minisubmarinos en aguas mexicanas.

De hecho, el oficial de enlace de la Marina mexicana en el Comando Norte (asignado en 2007) mencionó que trabajaba cercano al guardacostas estadunidense para desarrollar sus propias escuelas de búsqueda y rescate. También, el jefe de Staff de la Marina mexicana informó que “estaba feliz” con el nivel de inteligencia que se compartía en tiempo real con la Guardia Costera estadunidense.

Otras fuentes ven más intensa la cooperación a futuro entre las Armadas mexicana y estadunidense por el tráfico (de personas y drogas) en aguas internacionales. Ahí destaca que la Marina mexicana participó en los ejercicios Unitas Gold 2009 en abril y mayo de ese año.

La capacitación en el extranjero de las Fuerzas Armadas mexicanas no se limita a Estados Unidos. Personal mexicano ha estudiado en otros 28 países: en 2000, viajaron a Rusia 37 elementos militares para recibir capacitación; en 2003 estudiaron en Francia 23 elementos, y en 2004 estudiaron 16 oficiales en Suecia.

En 2007, estudiaron 15 en Colombia. “Grandes contingentes han ido a diferentes países”, como ocurrió en 2008 cuando 32 oficiales estudiaron en Alemania y 14 más, en Israel, durante 2009. Contrario a ciertas afirmaciones, sólo algunos han estudiado en Guatemala (20, en nueve años), según la respuesta a la solicitud de información pública gubernamental 0000700168209, del 19 de noviembre de 2009.

De 2006 a 2010

Roderic Camp apunta que, en contraste con el fogueo internacional de la Marina, el más alto cargo de la Defensa del presidente Felipe Calderón es el general Guillermo Galván Galván. Este militar, salvo por su asignación como agregado militar en España, nunca ha servido o recibido entrenamiento en el exterior.

Galván fue el primer asistente del secretario de la Defensa Nacional en recibir ese puesto desde 1945. Ésta fue la primera vez en medio siglo que alguien que tuvo ese cargo se convirtió en secretario de la Defensa; además, Galván fue tutelado por el general Vega y, aunque tuvo más experiencia como comandante de tropa en el terreno que su antiguo jefe, también dirigió el sistema universitario militar, como su mentor.

Galván era general de División en el Ejército y, al mismo tiempo, comandó siete zonas y regiones entre 1988 y 2002. Su actual asistente secretario también sirvió en un país de habla hispana (Argentina) y no tiene experiencia en Estados Unidos.

Entre los cinco generales que han ocupado los puestos más altos de la Sedena desde diciembre de 2006, destaca Tomás Ángeles Dauahare, que fue agregado de la Defensa Militar y Aéreo en la embajada de México en Estados Unidos. Salvo esa excepción, los otros líderes de la Sedena, junto con el secretario, se jactan de haber hecho su extensa carrera como comandantes de tropa y no como administradores.

Afirma Camp, autor del estudio Fuerzas Armadas y drogas: percepciones públicas y retos institucionales, que tanto los oficiales del Pentágono como los del Comando Norte han confirmado que existe una creciente cooperación entre los militares de ambos países.

Señala que algunas de sus fuentes informaron de un “dramático cambio” hacia una mayor apertura en el secretariado de la Defensa Nacional; eso, creen, ha facilitado la nueva cooperación. Otras fuentes también informan de un “colosal aumento” en interacciones entre los militares de México y Canadá, que complementa lo que sucede entre Estados Unidos y México.

La reflexión más significativa en esa colaboración es el reciente aumento en la capacitación de militares mexicanos en Estados Unidos. Dice Camp: “Todas las fuentes con las que me comuniqué en ambos lados de la frontera coincidieron en que estos crecientes programas de capacitación han contribuido a mejorar la relación”.

Desde 2006, la cantidad de oficiales mexicanos en escuelas estadunidenses ha aumentado notablemente. Los mexicanos tienen a la mayoría de oficiales en el Departamento de Defensa entre los asistentes latinoamericanos. Una fuente informó a Camp que ese número de tenientes y coroneles que asisten a la Escuela Naval de Posgraduados era impensable apenas hace unos años.

Describe Roderic Camp que, en julio de 2009, el Ejército Mexicano asignó a un oficial en el Comando Norte, además de que el general Galván visitó el cuartel de ese mando y sostuvo una reunión con el secretario de Defensa Robert Gates.

El pronunciado énfasis en la misión antidrogas de los militares durante el gobierno de Felipe Calderón aumentó los puntos de contacto entre los dos ejércitos. Institucionalmente, al entrar en vigor la Iniciativa Mérida –que incluye mayor capacitación como parte de los fondos que aporta esa estrategia?, mejoraron los contactos castrenses de ambos países.

Las fuentes creen que es demasiado pronto para afirmar si el diálogo entre la Sedena y el Pentágono producirá esos resultados. Camp señala que el secretario de la Marina manifestó su desacuerdo con los apoyos de la Iniciativa Mérida a principios de 2009 cuando dijo que no quería una pequeña flota de aviones en la segunda fase del programa, sino más helicópteros.

El futuro de la relación entre las Fuerzas Armadas mexicanas y estadunidenses no puede pensarse sin el resultado, cuando menos formal, de la Iniciativa Mérida, concluye Roderic Camp en esta investigación.

Fuente: Contralínea 209 – 21 de Noviembre de 2010

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